Arquitectura colonial

Los virreinatos españoles entre finales del siglo XV y principios del siglo XIX fueron sin duda un parteaguas en la vida  del territorio americano. Lo hispano se instaló en toda la cultura,  no solo en la lengua o en las tradiciones y costumbres de nuestros pueblos; en el caso particular de la Nueva España el pensamiento religioso llegó a través de diferentes órdenes como los franciscanos, los dominicos y los agustinos, quienes además de darse a la tarea de evangelizar, también enseñaron a los nativos diversas artes u oficios. Sin embargo, una de las mayores aportaciones de la iglesia católica a las tierras conquistadas fue la arquitectura.

La influencia barroca y neoclásica, con algunos trazos románicos o góticos, en las construcciones novohispanas otorgó a viviendas, plazas, conventos e iglesias, una estética extraordinaria que ha dado un rostro singular a lo que hoy es México. Manifestaciones de esta gloriosa arquitectura colonial las podemos encontrar primordialmente en el centro  o sur del país en estados como la Ciudad de México, Querétaro, San Luis Potosí, Zacatecas, Guanajuato, Puebla, Oaxaca y otros.

Ejemplos como: el Templo de Santa Prisca en Taxco, Guerrero; la Catedral Metropolitana de Puebla y la Ciudad de México respectivamente; el Convento de Santa Rosa de Viterbo en Querétaro; la parroquia de San Miguel Arcángel en San Miguel de Allende, Guanajuato; por mencionar solo algunos, adornan el corazón de nuestro país con sus ángeles, querubines, flores, así como otros muchos motivos al interior y exterior en puertas, cúpulas,  altares y retablos.

Varios de estos edificios, a lo largo de la historia de nuestro país fueron destinados para numerosas actividades. Hoy en día estas casonas con patios interiores, fuentes, lo mismo que amplios arcos, albergan recintos de diversa índole.